Como siempre, Ricciardi, que tiene el don de ver a los muertos y oír sus últimas palabras, camina sin sombrero por las callejuelas de la ciudad, esta vez intentando buscar al culpable de la muerte de Carmela Calise, una anciana que vive en un piso miserable y se gana el sustento como vidente. Un buen día la encuentra muerta, desfigurada por una paliza que parece instigada por el odio, y la investigación empieza.
Quien ayuda al comisario en su trabajo es Maione, un policía devoto, que perdona las excentricidades de Ricciardi y que en esta segunda entrega vivirá en carne propia las penas del corazón y el dolor de la renuncia. Como siempre en las aventuras
de nuestro comisario, el amor y el hambre son el origen de todo mal, y algo de ese amor encontraremos incluso en la mirada reservada del comisario, que por la noche espía por la ventana los quehaceres de una señorita de buena familia... | Acceder