"Los ojos del escritor", de Esteban Navarro

Los ojos del escritor es la tercera y última novela de la trilogía iniciada con El buen padre y seguida por Los fresones rojos. En Los ojos del escritor, el policía Moisés Guzmán ya se ha jubilado y adquiere un pequeño apartamento en la localidad barcelonesa de Blanes, donde piensa pasar su primer verano de jubilación. Allí coincide, en el mismo bloque, con una chica joven y muy guapa que huye de su padre maltratador, un escritor jubilado obsesionado por terminar su último libro y un solitario hombre que siempre está paseando un perro por la calle.

La primera semana, de llegar Moisés Guzmán al apartamento, muere un hombre en el interior de su coche, cuando está parado en el semáforo de la calle Valero de Blanes. Lo que al principio parece un accidente, resulta ser un crimen. Todas las sospechas de la investigación de los Mossos d'Esquadra de Blanes apuntan a los tres nuevos vecinos. El asunto se complica cuando se comete un segundo crimen en la misma calle y el comisario de los Mossos d'Esquadra asegura de que están ante un asesino en serie. En Los ojos del escritor el policía Moisés Guzmán pasa de ser un eminente policía nacional de prestigio a ser sospechoso de dos crímenes...


(Fragmento)

Anochecía en la calle Velero de Blanes. Un cielo plomizo y cargado de nubes, grises y azuladas, entristecía las fachadas de los edificios. A través de la persiana entreabierta, de su despacho, el escritor León Acebedo apoyó sus ojos sobre un coche de color rojo que había parado en el semáforo que los empleados del ayuntamiento plantaron un mes antes, justo enfrente de su ventana. A esa distancia le costaba ver con precisión. Primero guiñó el ojo derecho y se fió del izquierdo, pero a pesar del esfuerzo, y del pestañeo constante, no acertaba a dar con la combinación de la matrícula de ese vehículo. Desde la ventana hasta el semáforo apenas había veinte metros de distancia, pero la poca claridad de la calle, ya eran casi las nueve de la noche, dificultaba que pudiese ver en condiciones óptimas. Después repitió la operación con el otro ojo, esta vez guiñó el izquierdo y forzó el derecho. El resultado fue peor de lo esperado, con ese ojo apenas veía nada. La matrícula del coche rojo se había convertido en una ancha línea negra y difusa.
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