En agosto de 2001 tuve la ocasión irrepetible de viajar a Camerún, y el enorme privilegio de recorrerlo de la mano de sor Milagros, misionera en estas tierras durante más de 40 años, y del resto de las Hermanas de la Misión Católica de Dschang. Este relato refleja la impresión de un occidental que visita por primera vez el corazón de África y queda cautivado por su belleza, vitalidad y exuberancia, en contraste con nuestro primer mundo. De esa impresión se destilan dos sentimientos hacia esta buena tierra: admiración y respeto. Este es mi pequeño tributo a tantos miles de misioneros que dejaron sus cómodas existencias para trabajar por los más pobres, jugándose la vida día a día. | Descargar
