El hallazgo causó asombro: los admiradores del poeta, que ya son legión en el mundo, no daban crédito a la noticia: al hurgar entre sus papeles, una investigadora encontró una guía de la ciudad de Lisboa escrita por el mismísimo autor de los heterónimos: Fernando Pessoa. Sí, el ahora famoso poeta había redactado, en estilo directo y sobrio, una descripción de su ciudad con el fin de que el turista sacara el mayor provecho de su estancia en la capital de Portugal. Lo más insólito de este descubrimiento fue que el texto estaba totalmente mecanografiado, pues Pessoa acostumbraba pasar en limpio sus manuscritos sólo cuando tenía la seguridad de que se iban a imprimir.
Nadie podía imaginar que entre la múltiple producción del poeta se encontraría una guía de su ciudad natal. Teresa Rita Lopes, experta en la obra de Pessoa, advierte que este texto no se puede considerar como una curiosidad aislada en el conjunto de su obra, o como una respuesta a una solicitud ocasional.
La razón de este libro se explica por el interés que puso el autor de Mensagem en combatir lo que él llamaba —así lo expresó en algunos textos inéditos— la “descategorización europea” de Portugal.
Para él, la parte se confundía con el todo: Lisboa equivalía a Portugal. En Lisboa habían transcurrido los años felices de su primera infancia. Desde el piso familiar, en la plaza de San Carlos, el niño Fernando Pessoa se había entretenido contemplando el estuario del majestuoso río Tajo, en el que entraban y salían los grandes paquebotes de la época, experiencia que dejaría su huella en la redacción de la Oda marítima. La muerte prematura de su padre significó el exilio. El abandono de un río, un edificio, unas calles, un barrio, que quedarían profundamente impresos en su memoria. Lisboa sería para siempre el paraíso perdido de la infancia. Ese paraíso tendría en el futuro el cuerpo y el rostro de Lisboa. Así lo percibió el poeta. Llegó al extremo de mitificar la ciudad de tanto soñarla. A su regreso de África, al desembarcar en ella, los cambios le hicieron sentir que la realidad de su ciudad lo abandonaba. Esa sensación contribuyó a agudizar su sentimiento de orfandad. Cada poema, cada referencia en prosa sobre Lisboa, significaba para el poeta un acto en la búsqueda de un cuerpo que huía de él.
El recorrido por Lisboa equivale a la exaltación del patrimonio histórico y artístico con el que debían identificarse los habitantes del país. Para escribirla, el autor de Mensagem eligió una prosa directa, sin retórica ni juegos de estilo. Podría parecer extraña en él esta prosa descriptiva, sin lugar para esa introspección e ironía que tanto caracterizó su escritura.
Pessoa rima con Lisboa, señala Rita Lopes.
Esta guía no es sino una manifestación más de cómo la ciudad natal gravitó sobre la biografía del poeta. Salvo el paréntesis de Durban, toda la vida de Fernando Pessoa transcurrió en Lisboa. Sólo se alejó de ella unos cuantos kilómetros; siempre rechazó las invitaciones para visitar el interior del país y jamás viajó al extranjero. En la capital de Portugal estaba su centro: ahí tuvo su principio y ahí se consumó su fin. Como un flâneur, tan caro a los simbolistas, vagó por todos los rumbos de la ciudad, recorrió una y otra vez sus barrios: habitué de los cafés y solitario caminante de los muelles. El río, las calles, las casas, las ruinas, la multitud, motivaron su inspiración.
Fernando Pessoa fue un hombre totalmente urbano. En esta guía se advierte el gusto y la satisfacción por hacer el inventario de los bienes culturales y artísticos de la ciudad, por reseñar los rasgos arquitectónicos de los edificios, por hablar de las características de su urbanismo. El poeta vivió en muchos de sus barrios: sus mudanzas de domicilio se desplazaron por todo el mapa de Lisboa.
Pessoa recibe al turista en el Cais do Sodre y lo invita a pasear en automóvil por las calles de su ciudad, singular, como pocas, pues se halla asentada, en su mayor parte, sobre siete colinas. | Acceder