"Hamelín", de Ángel Luis Sucasas

Algo empezó a palpitar tras el ojo pintado. La tersa tez se abombó. Laura chilló, pateó, retorció sus muñecas, tratando de liberarse. Pero sus muñecas estaban bien aseguradas con las esposas al cabezal de hierro. La combadura se rajó por la mitad. Hilillos de sangre resbalaron por su rostro. Laura se convulsionó brutalmente para arrancar el barrote al que se ceñían las esposas. Tenía que acabar aunque fuera a arañazos con aquella horrible sensación.

Y, al fin, emergió. | Acceder