"Fragmentario", de Julio F. Brun


De haber podido elegir, me hubiera gustado nacer zángano, pero nunca me dieron esa opción. De hecho no me dieron ninguna, cuando quise darme cuenta de qué iba esta vaina, me vi convertido en obrera… y no me gustó, sabía que iba a malgastar mi vida, que nadie me iba a regalar nada, que no sólo tendría que eslomarme para construir mi propia casa sino también la de los demás: la de la reina, el ejército de guardianes y el ejército de zánganos que pulula alrededor de la colmena sin dar ni chapa.

Que no te guste tu condición no quiere decir que tengas que resignarte, eso es muy triste. Cuando caí en la cuenta de que mi ciclo de vida era extremadamente corto, empecé a valorar el tiempo y me las apañé para irlo robando de a poquito, para emplear incluso el día de descanso que, con el único fin de recuperar fuerzas, me concedían a regañadientes los guardianes de la colmena.



Y así, estrujándome la cabeza en la oficina (el jefe de contabilidad pensaba que estaba cuadrando las cuentas), o mientras cubría en autobús el trayecto del trabajo a mi casa, he ido atando cabos hasta llegar a conclusiones fantásticas y al mismo tiempo estremecedoras. Que estoy vivo. Que la vida tiene un valor intrínseco, llamémoslo X, independientemente del cuerpo que la transporta. Que el modelo social por el que deambula mi cuerpo es un fiasco. Que, para más inri, está montado de manera que no te puedas salir de él. Y muchas otras conclusiones que, condensadas en fragmentos de fácil lectura, encontrarás en el interior del libro. | Descargar